Monday, February 1, 2010

Jóvenes frustrados y en todo el mundo.

Jóvenes hoy en día viven con sus padres y han abandonado la idea de comprarse una casa o un coche porque no podrían afrontar ni la hipoteca ni las letras. Están muy bien formados, pero no encuentran trabajo y em-plean gran parte de su tiempo libre en participar en las redes sociales de internet. ¿Estamos hablando de los mileuristas? No. Aquel término que inventó en 2005 Carolina Alguacil, empleada de una agencia de publicidad, ya ha pasado de moda. Tampoco nos sirven las denominaciones que usaban una letra mayúscula –X, Y...– para diferenciarse entre sí. Ahora, la generación de hombres y mujeres de entre 18 y 24 años recibe otros nombres que implican tan poco o incluso menos futuro que aquel con el que distinguíamos a quienes cobraban sueldos que rozaban los 1.000 euros.

Mientras que algunos etiquetan a los jóvenes de nuestros días como la nueva generación perdida, otros prefieren llamarlos baby losers, o sea, niños fracasados. Pero los más pesimistas no se andan con rodeos y ya se refieren a ellos como Generación Cero. Sí, igual que aquellos primeros ordenadores de tubos de vacío nacidos durante la Segunda Guerra Mundial. La diferencia está en que aquellos cacharros tenían un porvenir promisorio.

Los famosísimos mileuristas presentaban un perfil similar: bien cualificados, sin coche, sin casa, sin hijos… Sin embargo, tenían algo –poco, pero algo– que los de ahora ni huelen. Los perdedores contemporáneos sueñan con ese manido millar de euros con el que salían adelante sus antecesores. El problema es precisamente la ausencia de oportunidades laborales al terminar los estudios. Hace apenas cinco años, los más jóvenes podían convertirse, con algo de suerte, en dinkies –acrónimo de double income no kids, algo así como doble sueldo, sin hijos–. Muchas parejas que habían cumplido entre 25 y 30 años renunciaban a tener descendencia en aras de su holgura económica. Con dos sueldos y un alquiler o una hipoteca razonable a veces hasta lograban mantener un nivel de vida alto. Se convirtieron en objeto de deseo de muchas marcas y en el target al que numerosas agencias de publicidad dirigían sus anuncios.

Vuelven los JASP, aunque ahora con futuro incierto.
Pero las perspectivas han cambiado aceleradamente. Ahora, obtener un título universitario no asegura absolutamente nada; el mero hecho de abandonar la casa de los padres se convierte en una misión imposible. En el último año, las salidas de ocio nocturno han bajado en picado, de seis a una mensual. La crisis mundial está vapuleando sin piedad a quienes viven su primera juventud.

No obstante, la Premio Planeta Espido Freire, autora de los libros Mileuristas. Retrato de la generación de los mil euros y La generación de las mil emociones: mileuristas II, cree que precisamente ellos están mejor colocados para capear el temporal. “La crisis nos la vamos a comer los mileuristas y la generación bisagra. Los de la cero lograrán ascensos y mayores ingresos”. Muchos quieren confiar en sus palabras.

Predicciones al margen, parece que el célebre término JASP –Joven Aunque Sobradamente Preparado–, inventado por el creativo publicitario Miguel García Vizcaíno para vender una marca de automóviles a mediados de los años 90, vuelve a estar de actualidad, como cerrando un ciclo. Aunque en estos momentos habría que añadirle las siglas FI, es decir, con Futuro Incierto. Las cifras no dejan lugar a dudas: según datos de la Encuesta de Población Activa del tercer trimestre de 2009, ya hay cerca de 1,3 millones de jóvenes de entre 20 y 29 años que buscan trabajo, lo que supone un 53% más que hace tan sólo un año. Si contamos desde los 16 años, suman más de millón y medio. De esos parados, más de 290.000 tienen formación superior y 26.000 no han trabajado nunca. Otro dato escalofriante, sin parangón en la Unión Europea: de los 1,4 millones de puestos de trabajo destruidos en los últimos dos años, el 90% correspondía a personas con menos de 30 años. Antonio López Peláez, doctor en Sociología y Tendencias Sociales y profesor titular de la UNED, está en contacto directo con los más jóvenes de esos desempleados y ha estudiado muy a fondo su comportamiento. “Tienen entre 18 y 24 años, son habituales de Twitter y Facebook y demuestran mucho más interés que sus predecesores en la vida política. Pero no es eso lo que les hace ser cero, sino lo que les ofrece la sociedad. Se trata de gente muy bien preparada y con muy pocas posibilidades. Hay mucho desajuste entre su formación y el empleo al que tienen acceso”, explica.

López Peláez apunta otros rasgos de los cero, al margen de la precariedad laboral: son niños muy queridos y deseados por sus padres, tienen uno o dos hermanos y crecen en un contexto multicultural “y muy potente desde el punto de vista social, sobre todo en el tramo que va desde los 14 a los 18 años”, según sus propias palabras.


Internet, herramienta clave para relacionarse y movilizarse.
Mientras estudian o buscan trabajo, los integrantes del nuevo grupo generacional se mueve como pez en el agua en internet. Además, el hecho de vivir en esa sociedad mestiza –lo es mucho más que la de sus padres, desde luego– les proporciona una mayor amplitud de visión. “De aquí va a salir una nueva hornada de políticos y de gente comprometida. Las redes sociales los están haciendo muy participativos y existe mucha voluntad de movilización”, señala López Peláez.

Para muestra, un botón. La puesta en marcha del Plan Bolonia en la Unión Europea ha propiciado en España la mayor protesta estudiantil de los últimos 25 años. Las movilizaciones comenzaron en 2001, pero se han intensificado de manera espectacular en los últimos dos años. El 22 de octubre de 2008 tuvieron lugar manifestaciones en 60 ciudades españolas de forma simultánea. Alrededor de 120.000 estudiantes salieron a la calle.

Efectivamente, hacía años que no se veían tantos jóvenes gritando al unísono un mismo lema. Muchas de las convocatorias se lanzaron a través de Facebook. Según un informe de la consultora Xperience Consulting y Findasense, nada menos que el 83% de los jóvenes utilizan las redes sociales para informarse, relacionarse y, si se tercia, movilizarse. Tuenti, MySpace y la citada Facebook son las preferidas.

Los sociólogos también señalan que hay un componente muy importante de protesta antisistema dentro de los chicos y chicas cero. Se trata de colectivos organizados, perfectamente estructurados y con un buen nivel educativo. Aunque a veces enseñan una cara violenta, por lo general pueden definirse como solidarios, con una fuerte conciencia ecológica y un apabullante poder de convocatoria a través de los teléfonos móviles e internet. De hecho, con las nuevas tecnologías se retroalimentan y crean nuevos grupos. Así luchan contra un escenario de empleo muy precario y manifiestan su oposición al sistema económico, inmobiliario o educativo. Precisamente por la falta de empleo les sobra tiempo para protestar.

“Han interiorizado el resultado de 20 años de neoliberalismo. En cuanto a lo de no salir de la casa de sus padres, creo que eso ha pasado siempre, excepto durante los años de bonanza e hipotecas basura”, continúa López Peláez. Lo cierto es que el número de jóvenes que vivían solos en viviendas de alquiler ha disminuido drásticamente en los últimos meses. Lo demuestra la oferta de pisos compartidos en portales inmobiliarios como Idealista.com: en la primera mitad de 2009, la oferta aumentó un 37% con respecto a finales del año anterior y un 50% con respecto a todo 2008. Ejercer hoy de soltero es complicado: sale mucho más caro que hace unos años. Desde luego, no todo el mundo se puede permitir el lujo de ser single.

En cualquier caso, los españoles que aún viven con sus padres están mejor vistos que los japoneses. Allí se les tacha, directamente, de solteros parásitos. Precisamente, este país asiático es uno de los que más está notando las negras perspectivas de sus jóvenes, inmersos en unas circunstancias similares a las de los nuestros.


Los baby losers.
El sociólogo francés Louis Chauvel, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París, fue el primero en acuñar la expresión baby losers. La contraponía a la etiqueta baby boomers, los niños nacidos entre la Segunda Guerra Mundial y los años 60, cuando se disparó la natalidad en el mundo occidental. En mayo de 2008, Chauvel anticipó en una entrevista concedida al diario británico The Guardian cómo iba a afectar la incipiente crisis a los críos fracasados de hoy. Hablaba entonces de los franceses, aunque el tiempo ha hecho que esas características puedan aplicarse también al resto del mundo occidental. “Están en edades comprendidas entre los 20 y los 40 años y les espera una peor calidad de vida que la que tuvieron sus padres. Han cursado como media tres años más de estudios que ellos, pero han conseguido un empleo peor; eso, cuando trabajan. La clave determinante para tener éxito en Francia hoy no es tu nivel educativo, sino la capacidad financiera de tus padres, es decir, si ellos pueden mantenerte o no hasta que cumplas los 30 mientras intentas encontrar un hueco dentro de un mercado laboral muy cerrado”.

Los baby losers, efectivamente, se benefician de la suerte de sus progenitores. Porque aunque muchos alzan sus voces contra el consumismo, lo cierto es que a ninguno de ellos les falta el teléfono móvil, su cámara de fotos digital y un reproductor de mp3, como mínimo. Son los reyes de la tecnología, no hay avance que se les escape e incorporen a su vida cotidiana.